Por un tiempo el hábito fue provechoso porque me obligaba a tener nuevas ideas cada día, incluso cada hora para después, cuando el vicio se hubo consolidado, cada veinte o treinta minutos. Oh, sí, tan grande era mi necesidad en un momento dado, que ni de noche lograba dormir de un tirón, me despertaba en la madrugada y no volvía a conciliar el sueño hasta masticar dos o tres ideas nuevas.
Pero esta edad de oro de autoabastecimiento no duró mucho, pronto mis ideas dejaron de surgir con tanta facilidad (los dientes, por cierto, se me volvieron amarillentos) y tuve que inventar otras maneras de conseguir las ideas necesarias para mantenerme tranquila. Empecé por tomar prestadas algunas ideas de los demás, ideas que recogía de imágenes o de cuentos, de alguna noticia del periódico... en fin, todos lo hemos hecho alguna vez y, aunque no esté muy orgullosa de esto, tampoco me considero muy vil por ello, son cosas de la juventud, la curiosidad, ya se sabe.
De lo que no me siento tan orgullosa es de cuando, en una desesperación sin limites por masticar las ideas dejé de devolver las que tomaba prestadas y hasta me decidí a robarlas fuese como fuese. Entré entonces en una etapa oscura, me volví cabizbaja y huraña, huía de mis semejantes a menos que se acercaran a mi con una idea en la mano o en la boca (¡llegué a robar ideas de la propia boca del masticante, húmedas y ya ensalivadas, pero me daba igual!), entraba en casa de mis padres con los ojos puestos en las ideas que pudieran haberse dejado a la vista para acordarse de masticarlas después de la cena o con la almohada, mendigaba y atracaba a los pensadores en plena calle amenazando o lloriqueándoles. Tuvieron que encerrarme por varios meses en una de esas residencias donde se quitan los vicios de toda clase.
Fue difícil dejarme sin ideas: yo me resistía y no aceptaba de ningún modo los tratamientos, no admitía en absoluto mi problema de adicción.
Ahora estoy limpia. Llevo cinco años, dos meses y trece días sin masticar una sola idea. He rehecho mi vida, he recuperado a mis amigos y mi familia me quiere y me aprecia más que nunca.